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Showing posts from February, 2007

El viejo Don César.

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Alboroté mi cabeza con lo recuerdos de la vieja cuadra donde crecimos mis hermanas, mis amigos, nuestras mascotas, nuestros recuerdos y yo; y quedé bastante picado con la chorrera de acontecimientos y personajes que se aparecieron de nuevo en mi cabeza, latiendo incesantes, como que no pudieran quedar por fuera  de comentario.  Así que he debido hacer el ejercicio y navegar los recuerdos para plasmar lo que ahora puedo hacerles saber.  Resulta que en aquella cuadra de Cali donde vivimos la infancia, la 2da H del barrio la Merced, éramos vecinos de un señor muy amable, muy estimado, muy de todo el viejo. Era oriundo de ese municipio vallecaucano conocido como El Cerrito, y pues tan costumbrista mi viejo querido que hacía lo posible para que la apariencia y el ambiente de su casa (y por ende de nuestra cuadra) no se alejaran mucho de los recuerdos de su mocedad. Se llamaba César, pero como yo fui educado con esa vaina de respetar mayores, le decía Don César (al igual que todos

Remembranzas de la 2da H

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"Vieja madera para arder,  viejo vino para beber,  viejos amigos en quien confiar,  y viejos autores para leer". Sir Francis Bacon Pasan y pasan los años y uno sigue con los mismos amigos, y si alguno se desaparece por un tiempo prolongado, al momento de volvernos a ver, es como si nunca hubiera pasado nada; la conversación sigue en el mismo punto donde se quedó y la retomamos de inmediato.  Los amigos de verdad rara vez los conseguimos cuando estamos mayores, tengo la impresión de que los grandes amigos que tenemos en la vida son los de la vieja guardia. Sí, todos los días conocemos gente, todos los días nos acercamos a más personas dependiendo de la labor que desempeñemos, el carisma que tenemos, lo que estudiamos, y cada día parecieran ser más seres humanos que inundan nuestras vidas, pero muy poquitos, de esa cantidad de gente, llegan a ser nuestros verdaderos amigos. Nuestros amigos pueden seguir siendo los mismos de siempre, pase lo que pase; desde el

El primero primario.

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En mis años mozos aprendí rápidamente que me identificaría de pleno en mis venideros con esa dedicatoria que mentan en una canción vallenata. La expresión dice: “A mi hermano Juancho, que nació pa´ vivir enamorao”. Señores, pues le ponemos Juliancho y da lo mismo.  Porque es de no creer tanto amor que me ha brotado por las chicas en mi vida; ahora con la sombra de todos los años que han pasado, me da un poco de de impresión confesar que mi primer beso de amor (porque para mi fue un beso de amor sincero) fue a la corta edad de 5 años. Y desde ahí para acá, muchos han sido dados y recordados (obvio unos menos, otros más; así como a las artífices, pero es que ¿quién se acuerda de todo, ah?). Y es una historia hasta linda mis queridos. Yo vivía todavía en la Palmira que me vió nacer, como al senador Chamorro, al pseudocantante, pseudoactor Marcelo Cezán, como al futbolista “Palmira” Salazar y como al desencaletado “Chupeta”. Por esas épocas de mi infancia enamorada los coc