Escueto resumen de una vida.
Tenía yo unos trece años y cuando uno tiene esa edad, por lo general, cuenta con un mejor amigo que completa el círculo de las fechorías ideadas, que aumenta los minutos de carcajadas en medio del almuerzo familiar, que ayuda a anexar unas cuantas “pelas” a las bien ganadas por la cuenta de cada uno. El mío de esa época (aunque cabe anotar que aún hoy sigue siendo) era Carlos Andrés Hurtado, y como secuaz que se respete respondía a un alias (aunque cabe anotar que aún hoy sigue respondiendo) “Candé”. Éramos bastante unidos, nos tenían respeto en cualquier pueblo al que íbamos a temperar con nuestras familias, y las masas de chicos nos seguían. Nuestra relación de amistad empezó antes de que naciéramos pero en vida la re-confirmamos porque tenemos unas primas en común; él, por lado de la mamá de ellas y yo, obviamente, por el del papá. Aunque muchas veces parecíamos nosotros los verdaderos primos. Bueno, todo esto lo anoto porque a lo bien, me pongo como sentimentaloide, po